CABUDARE,
BUCOS Y MAMEYES
Cronista del futuro
Américo
Cortez
Cronista de
Cabudare
En días pasados
recibí invitación, por parte del Presidente de la Asociación de Cronistas del
Estado Lara (ASOCROLARA), el amigo Romel Escalona, para participar como ponente
en el II Encuentro de Cronistas latinoamericanos, a efectuarse en San Felipe,
el mes próximo. Ello me hace reflexionar sobre la razón de ser del oficio de
cronista. He releído algunos pasajes de libros sobre la crónica: “Oficio de
cronista” de Wilfredo Bolívar, cronista de Araure; “La microhistoria italiana”
de Carlo Ginzburg; “El paradigma indiciario” de Giovanni Levy; “Historia
Regional” del mejicano Carlos Aguirre Rojas; “Las nuevas tecnologías” de varios
autores y otros, con la intención de revisar nuestro papel como guardianes de
la historia, de los archivos, del patrimonio, de la cotidianidad y de la
memoria. Por ello decidí embarcarme en un tema, para mi ponencia titulada “Cronista
del futuro”. Aunque parezca paradójico este título, es en verdad el elemento
que más me angustia y me entusiasma de este oficio. De cara al futuro, ningún
cronista debe evitar enfrentar el gran reto que nos impone el inexorable paso
del tiempo y los nuevos desarrollos tecnológicos.
En el pasado
reciente, antes de la aparición de las nuevas tecnologías que ahora arropan
cualquier área de la vida pública, el cronista se “defendía” fundamentalmente con
las publicaciones, libros, periódicos, escasas apariciones en radio y
televisión, publicaciones artesanales y las constantes charlas y exposiciones. En
el mejor de los casos, con las herramientas basadas en grabadoras, fotografías
y los más afortunados con video beam y computadoras.
Hoy el internet, las
redes sociales y mucho más, ofrecen una casi infinita posibilidad de resguardo,
proyección e intercambio de información, hasta en tiempo real, de tal manera
que podemos acelerar y propiciar más interés en este oficio, que cada vez
interesa menos a los jóvenes. Competir en las nuevas tecnologías con la gran
cantidad de elementos de esparcimiento, distracción y entretenimiento, al
alcance de los niños y jóvenes, es harto difícil o para decirlo en criollo
“pelea de tigre contra burro”.
Debemos llenarnos de
nuevas estrategias, nuevas formas de abordar el estudio y divulgación de la
historia y la crónica, que la hagan más atractiva. Aún llegando al cenit de
éxito, no será total, ya que las políticas educativas desde las escuelas y
liceos, deben abonar la superación del desinterés actual por la crónica y la historia,
como elementos para el desarrollo integral del individuo.
Sin embargo, debemos
hacer nuestro mejor esfuerzo al respecto. Para ello trabajo en este momento en
el uso de la mayoría de los formatos posibles: twitter, facebook, blog,
youtube, whatsapp, listas de correo electrónico y otras, que van más rápido que
nuestras intenciones, y que por lo menos garantizan la permanencia en el tiempo
de la información, que debe ser nuestra mayor preocupación. Toda información
guardada en formatos en desuso, corre el riesgo de perderse. A todos nos ha
pasado, que perdemos información, de lo cual solo queda el recuerdo. No debemos
temer a lo nuevo. Las tecnologías no son malas “per ce”, depende del uso que le
demos.
Aleccionarnos,
hacernos conscientes y entender la necesidad histórica de emprender el camino a
convertirnos en “cronistas del futuro”, no significa abandonar las cosas que ya
hacemos y como las hacemos, ni la nostalgia por lo pasado, sino, amoldarnos y
adaptarnos a lo nuevo para preservar lo viejo.
Mi maestro Julio
Alvarez Casamayor, con sus 98 años, hace tiempo me dio una clave para entender
lo que escribo. Ante la pregunta que le hice “don Julio ¿qué tiempo es mejor para
usted, cuando estaba joven o el actual?”, a lo que contestó “el actual”.
Repregunté “¿cómo es eso, si ahora no puedes hacer muchas cosas que hacías
cuando joven?” Y la respuesta de los años vividos fue tajante “lo que pasa es
que a ti nunca te sacaron una muela con un alicate”. Lo que demuestra que
debemos adaptarnos a los nuevos tiempos, sin perder la sensibilidad ante el
pasado.
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