CABUDARE,
BUCOS Y MAMEYES
Presbítero Daniel Vizcaya. La humildad como virtud
Américo
Cortez
Cronista de
Cabudare
Cabudare ha dado al
escenario de las virtudes, a personajes que llenaron épocas, muchos de ellos
olvidados, no solo por el tiempo, sino por ese trajinar nuestro, con el cual
echamos al olvido los valores de nuestro terruño.
En su corta vida, de
apenas 44 años, marcó Daniel Vizcaya la segunda parte del siglo XIX de la
iglesia venezolana. Tuvo condiciones innatas para el conocimiento de diferentes
ramas del saber: filósofo, filólogo, historiador, periodista, políglota,
exégeta, escritor, orador profundo y supremo y cargado de una humildad a toda
prueba. Había nacido en Cabudare, al lado de la quebrada Tabure el 26 de
octubre de 1.848. Hijo de Etanislao Vizcaya y Petronila Cortés. De joven vistió
el hábito talar ordenado por el Ilustrísimo Señor Víctor José Díaz, primer
Obispo de Barquisimeto. Acompañó en su gestión pastoral a su paisano cabudareño
el Arzobispo de Caracas y Venezuela José Antonio Ponte, quien por su talento le
nombró su secretario y le acompañó en todas sus visitas pastorales. Fue cura de
la parroquia Santa Ana de Caracas y la santa sede le nombró Misionero
Apostólico.
En 1.890 fue electo
individuo de número de la Academia Venezolana de la Lengua, ocupando el sillón
“B”. Se dice que el sillón estaba maldito, ya que después que lo ocupara
Antonio Leocadio Guzmán, todos los electos (4 prominentes miembros de la
iglesia) fallecieron prematuramente, como le sucedió a Vizcaya, apenas dos años
después de ser electo. Su origen humilde y buenas maneras afirmadas en su
corazón por sus padres, le hicieron del aprecio de la comunidad llana y la
sociedad caraqueña.
En Caracas la
sociedad le abrió sus puertas y trazó amistad con gente que gustaba de
recibirle en su hogar, por su exquisita conversación y conocimientos. De igual
manera disfrutaba de encontrarse con la gente más pobre. Era una especie de
Obispo Myriel de “Los Miserables”, que se encontraba a gusto con los ricos y
los pobres y que acudía a los ricos a pedirles limosnas que luego repartía
entre los más necesitados. Aún siendo Vicario de la catedral de Caracas nunca
tuvo bienes de fortuna.
Visitaba
permanentemente el humilde restaurante de la negra Telésfora del pasaje
“Linares” y cuando una familia mantuana le invitaba a comer (uno de sus
placeres favoritos) se excusaba diciendo “no mijita, no puedo ir porque voy a
comer el mondonguito de Telésfora”. Allí conversaba con poetas, estudiantes y
maritornes, con los cuales compartía libros, conversas y que le esperaban para
aclarar dudas sobre literatura, historia y demás. Su biblioteca era visitada
por todos, debido a que solo traía libros de sus viajes a Estados Unidos y
Europa, lo que llamaba “el alimento del espíritu”. Siempre prefirió a los de
abajo. Aunque iba camino a ser Obispo, se conformaba con dar consejo a sus
superiores, los que le buscaban para escuchar sus juicios.
En Roma se hizo
amigo del Papa León XIII, con quien compartió correspondencia.
Su carrera y su
modestia corrían de la mano. Renunció al cargo de Canónigo de la Sociedad
Internacional Misionera. Recibió en 1.889 la orden “Pro Ecclesia et Pontifice”
del Vaticano.
Escribió el
compendio de gramática iloco-castellana, de obligatorio estudio para curas de
habla hispana que viajan a Filipinas.
Nunca tuvo bienes
materiales. No aceptó ser Obispo de Guayana. Renunció a ser canónigo en la
iglesia metropolitana de Caracas, para servir con humildad en la iglesia de
Santa Ana de Caracas.
Murió joven, cuando
su intelectualidad y memoria prodigiosa lo encumbraban a mejores propósitos. La
avenida principal de “La Mata” en Cabudare lleva su nombre desde el 24 de julio
de 1.983.
Al momento de su
muerte ocurrida el 23 de febrero de 1.892 trabajaba conjuntamente con el
Vaticano en una historia de la iglesia. Cuando muere quedó demostrada su
pobreza, que llevaba con orgullo. De limosna se hicieron los gastos de su
enfermedad, funerales y entierro, pues lo que obtenía lo entregaba en limosnas
a los necesitados. Llamado “lumbrera de la iglesia”, “orador de trueno y miel”,
piadoso e ilustrado sacerdote, orgullo cabudareño del verdadero misionero de
Jesús.
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Pbro. Daniel Vizcaya. Retrato aparecido en "El cojo ilustrado", al momento de su muerte. |
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Avenida "Pbro. Daniel Vizcaya", como Avenida La Mata. Lleva su nombre a petición del señor José Ramón Brito, ilustre cabudareño. Se inauguró con su nombre el 24 de Julio de 1.983, cuando el Bicentenario de Simón Bolívar.
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Busto del Presbítero Daniel Vizcaya, ubicado en la Plaza "Los Ilustres", en la entrada de Cabudare |
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Retrato de Daniel Vizcaya, realizado por José Ramón Brito Calles |
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