lunes, 8 de enero de 2018

CARTA AL NIÑO JESÚS CABUDAREÑO

CABUDARE, BUCOS Y MAMEYES

Carta al Niño Jesús cabudareño

Américo Cortez
Cronista de Cabudare

Querido niño Jesús:
Mi madre siempre me dijo que primero debía pedirte por los demás. Pues haciendo caso a mi mamá, quiero que logres la paz del mundo y eso solo será posible si las armas nucleares son desactivadas, pero todas, que no quede ninguna. También quiero que todos los niños del mundo sean felices, y eso será cuando el hambre y la miseria no existan en ningún hogar. Que no exista explotación y esclavitud laboral. Debemos cuidar nuestro ambiente. Debemos dejar de contaminar y trabajar juntos por el respeto al planeta. Además ilumina el pensamiento de nuestros gobernantes para que hagan feliz a nuestra patria.
Ahora, si puedo empezar a pedirte por mi pueblo, que es el tuyo.
Es necesario que los vecinos respeten las normas de convivencia, que no boten la basura en la calle, que arreglen los botes de agua en sus casas. Si todos colocamos nuestro pequeño esfuerzo, tendremos una mejor ciudad. Por supuesto la convivencia ciudadana, convertida en alma y corazón, día a día, ayudará a la construcción del Palavecino que queremos.
Hay tantas cosas que quisiera, que son milagros que tu no podrás cumplir y no es que no crea en tu poder, pero de no ser así, pido por las almas de tanta gente que hicieron felices a los cabudareños, también a mi.
Ah, como quisiera comer de nuevo unas alfajoras de Juan Tista o sus biscochos cabudareños, salidos de aquel desvencijado horno y que traía todo el amor que tenia por Cabudare, manifestados en la gloria de comerlos.
Ah, como quisiera tomar la avena de Simón Valera, que eran el premio cuando era monaguillo y salíamos todos en carrera a su negocio, frente a la plaza Bolívar, en la vieja casona que fue en el siglo XIX de la casa de gobierno de Cabudare. Aún es secreto bien guardado. La mejor avena del mundo.
Ah, como quisiera bañarme de nuevo en los bucos que regaban los sembradíos de caña y comer sentado, bajo los árboles: mangos, tamarindos, mamones, jobos y mameyes que “robábamos” de las haciendas del cañamelar cabudareño.
¡Ah mundo! un paseo a los pozos de Tabure, con sus aguas frías y cristalinas, donde nos sentíamos dueños del mundo.
Ah, los viajes a “Los Cristales” o a Terepaima con Enrique Perláez, en aquella camioneta roja y negra. Todo un acontecimiento para conocer los espacios que llevo en el corazón.
Ah, mi querida escuela artesanal con los juegos de pelotica de goma que eran para mi como una serie mundial.
Ah, los juegos de mi primer beisbol, en el campo del “Borinquen” y de la “Fortunato Orellana”, todos los domingos. Salíamos desde el abasto La Ceiba, el de Pastor, con el equipo de guantes y aperos que él guardaba con celo.

Ah, los juegos clase “A” en el estadio “Terepaima”. Ver a mis primeros héroes deportivos: los Rojos de Zanjón Colorao, el Juáres de “Frasco e leche”, el equipo del Central Turbio, los Caciques de La Piedad, el Victoria de Los Rastrojos, el Terepaima de Pedro López.

Ah mundo, son tantas cosas y sé que aunque no me puedas volver a esa época, harás que vivan en mi corazón por siempre. Por lo demás solo pido salud para todos y un deseo infinito de alegría y prosperidad para mi pueblo. Sé que no me vas a fallar.



Los pozos de Tabure, la gloria.




Comer las frutas de las haciendas, todo un placer.



La avena de Simón Valera, en la esquina de Juan Bravo.




Las alfajoras de Juan Tista.
Lo más cerca del cielo que pude llegar.

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