lunes, 8 de enero de 2018

ULTIMO DEL AÑO

CABUDARE, BUCOS Y MAMEYES

Ultimo del año


Américo Cortez
Cronista de Cabudare

Al llegar el último mes del año, al llegar Diciembre, la vida se convierte en una madeja de sensaciones, que van desde la alegría propia del mes de la navidad, pasando por las reflexiones, tristezas, melancolías y promesas de quienes creen que al pasar el umbral del 31 de Diciembre se transformarán en mejores personas. Puede ser que sicológicamente alguien lo crea, pero si no hay propósito de enmienda y sinceración en los actos de la vida, no pasará nada.
Cuando Cabudare era un tranquilo pueblo, era costumbre prepararse para la navidad, empezando en noviembre, algunos mucho más allá, pues había el compromiso familiar, social, en el trabajo y otros que hacían todo un manifiesto de entrega a la navidad. Sacar las figuritas para el nacimiento, limpiarlas, revisar las luces, que año a año se guardaban. Salir a buscar barba e´ palo y musgo, las cajas y cartones y la preparación del diseño y ubicación del nacimiento y convertirlo en vitrina de exhibición para los vecinos y amigos. Algunos más comprometidos con su cristiandad, organizaban la novena al niño, rezándole rosarios y cantando desde el 16 al 24 de diciembre, lo que obligaba a la familia a atender a los invitados y participantes, con biscochos, sopa, aguardiente, hallacas y resbaladera.
Sin duda, era todo un acontecimiento en el pueblo prepararse para la navidad. La compra de los estrenos, los fuegos artificiales, tarjetas de navidad, regalos y la carta al niño Jesús.
Los juegos de aguinaldos eran el día a día, sobre todo entre enamorados, que ante el pretexto del juego se relacionaban más tiempo y obtenían premios que profundizaban sus amores. También se acostumbraba regalar tarjetas de navidad. En algunas familias eran preparadas en cartulina y dibujadas, adornadas y pintadas por los niños, de manera que cada una era original y única, toda una pieza de colección.
Las señoras hacían las compras necesarias para la cena de noche buena, día de navidad y año nuevo. Hasta las familias más humildes tomaban previsiones para atender a los visitantes amigos y familiares, con cualquier cosa, pues era un deber cristiano compartir y excitar la solidaridad y amistad. La espera de alguna parranda que llevaba el mensaje musical de la navidad. Era todo un poema: los músicos tocando y cantando y todos mirando el nacimiento, como buscando respuestas a sus peticiones, alegrias y angustias.
Los sermones de la iglesia iban dirigidos a despertar y redimensionar la solidaridad y cooperación entre todos, por lo que cada quien sentía la voz y mirada acusadora del cura, cuando no hacía lo necesario para ser solidario y honesto en navidad.
Además, las misas de aguinaldos a las 4 de la mañana, luego se pasaron a las 5 y hoy se realizan a las 6, de manera que ahora el alba nos sorprende rápidamente y nos quita esa sensación de ser dueños de la noche y el amanecer. La misa del gallo el 24 a la medianoche reunía a todo el pueblo en santa paz.
Los asistentes a las misas organizaban amaneceres en sus casas, cantándole al nacimiento y compartiendo algún alimento y bebida. Aún hoy, luego de la misa, se lleva el niño Jesús de la iglesia a casas para los rezos de la novena. Cada familia anfitriona corre con la atención a los asistentes, entre los que se encuentran el cura, monaguillos, músicos y coro, además de los pegones, que casi siempre son los que más disfrutan.
Hay razones para seguir fomentando y protegiendo estas acciones cristianas, comunitarias y familiares, hermosos momentos de encuentro y alegría, de reflexión, que nos acercan a los preceptos navideños.

Desde “Cabudare, bucos y mameyes” deseamos que la dicha familiar y la buenaventura se derramen en los corazones de nuestra gente, de nuestro pueblo y así podamos el año próximo emprender con entusiasmo y decisión los retos que la vida y la sociedad nos imponen.


Humildad ante el niño Jesús



La parranda Sarao ante el pesebre de Pedro Escalona



Cantando en las comunidades, llevando la buena nueva

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