CABUDARE,
BUCOS Y MAMEYES
Ultimo del año
Américo
Cortez
Cronista de
Cabudare
Al llegar el último
mes del año, al llegar Diciembre, la vida se convierte en una madeja de
sensaciones, que van desde la alegría propia del mes de la navidad, pasando por
las reflexiones, tristezas, melancolías y promesas de quienes creen que al
pasar el umbral del 31 de Diciembre se transformarán en mejores personas. Puede
ser que sicológicamente alguien lo crea, pero si no hay propósito de enmienda y
sinceración en los actos de la vida, no pasará nada.
Cuando Cabudare era
un tranquilo pueblo, era costumbre prepararse para la navidad, empezando en
noviembre, algunos mucho más allá, pues había el compromiso familiar, social,
en el trabajo y otros que hacían todo un manifiesto de entrega a la navidad.
Sacar las figuritas para el nacimiento, limpiarlas, revisar las luces, que año
a año se guardaban. Salir a buscar barba e´ palo y musgo, las cajas y cartones
y la preparación del diseño y ubicación del nacimiento y convertirlo en vitrina
de exhibición para los vecinos y amigos. Algunos más comprometidos con su cristiandad,
organizaban la novena al niño, rezándole rosarios y cantando desde el 16 al 24
de diciembre, lo que obligaba a la familia a atender a los invitados y
participantes, con biscochos, sopa, aguardiente, hallacas y resbaladera.
Sin duda, era todo
un acontecimiento en el pueblo prepararse para la navidad. La compra de los
estrenos, los fuegos artificiales, tarjetas de navidad, regalos y la carta al
niño Jesús.
Los juegos de
aguinaldos eran el día a día, sobre todo entre enamorados, que ante el pretexto
del juego se relacionaban más tiempo y obtenían premios que profundizaban sus
amores. También se acostumbraba regalar tarjetas de navidad. En algunas
familias eran preparadas en cartulina y dibujadas, adornadas y pintadas por los
niños, de manera que cada una era original y única, toda una pieza de
colección.
Las señoras hacían
las compras necesarias para la cena de noche buena, día de navidad y año nuevo.
Hasta las familias más humildes tomaban previsiones para atender a los
visitantes amigos y familiares, con cualquier cosa, pues era un deber cristiano
compartir y excitar la solidaridad y amistad. La espera de alguna parranda que
llevaba el mensaje musical de la navidad. Era todo un poema: los músicos
tocando y cantando y todos mirando el nacimiento, como buscando respuestas a
sus peticiones, alegrias y angustias.
Los sermones de la
iglesia iban dirigidos a despertar y redimensionar la solidaridad y cooperación
entre todos, por lo que cada quien sentía la voz y mirada acusadora del cura,
cuando no hacía lo necesario para ser solidario y honesto en navidad.
Además, las misas de
aguinaldos a las 4 de la mañana, luego se pasaron a las 5 y hoy se realizan a
las 6, de manera que ahora el alba nos sorprende rápidamente y nos quita esa
sensación de ser dueños de la noche y el amanecer. La misa del gallo el 24 a la
medianoche reunía a todo el pueblo en santa paz.
Los asistentes a las
misas organizaban amaneceres en sus casas, cantándole al nacimiento y
compartiendo algún alimento y bebida. Aún hoy, luego de la misa, se lleva el
niño Jesús de la iglesia a casas para los rezos de la novena. Cada familia
anfitriona corre con la atención a los asistentes, entre los que se encuentran
el cura, monaguillos, músicos y coro, además de los pegones, que casi siempre
son los que más disfrutan.
Hay razones para
seguir fomentando y protegiendo estas acciones cristianas, comunitarias y
familiares, hermosos momentos de encuentro y alegría, de reflexión, que nos
acercan a los preceptos navideños.
Desde “Cabudare,
bucos y mameyes” deseamos que la dicha familiar y la buenaventura se derramen
en los corazones de nuestra gente, de nuestro pueblo y así podamos el año
próximo emprender con entusiasmo y decisión los retos que la vida y la sociedad
nos imponen.
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Humildad ante el niño Jesús |
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La parranda Sarao ante el pesebre de Pedro Escalona |
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Cantando en las comunidades, llevando la buena nueva |
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