CABUDARE, BUCOS Y MAMEYES
Caminado por mi Cabudare
Américo Cortez
Cronista de Cabudare
Siempre que camino por mi viejo
Cabudare, no puedo dejar de pensar en la grandeza de tantos hombres y mujeres
de nuestro pueblo, de sus hazañas, propias de gente comprometida con la tierra.
Pienso en la valentía de Cristóbal Palavecino, José Gregorio Bastidas y Nicolás
Patiño. En la justeza como hombre público de Aquilino Juáres. En la generosidad
y entrega de Juan de Ponte, en la eterna condición de educador de Juan de Dios
Meleán, en las habilidades innatas de hombre público de Vicente Amengual, en el
recto proceder de Omaira Sequera Salas, en la profundidad del conocimiento de
Héctor Rojas Meza, solo por nombrar algunos.
Igualmente pienso en la desdicha de
muchos de ellos, por ver truncados sus sueños de ver grande a Cabudare. En
muchos de los casos no pudieron vivir su vida adulta y vejez en el suelo que
los vio nacer.
Cabudare no ofrecía centros de
enseñanza y posibilidades para aquellos preclaros hombres y mujeres. Con
excepciones, se vieron obligados a salir del terruño para avanzar en sus vidas,
y no era condición indispensable para salir adelante, sino que el afán de
superación de algunos pasó por esa decisión.
De igual manera pienso en el riesgo
permanente al que está sometido el patrimonio edificado de Cabudare, producto
de tanto abandono de propietarios, autoridades y comunidades que no entendiendo
su importancia, dejan al olvido y suerte la preservación de casas y monumentos.
Al hablar del patrimonio inmaterial,
aquel que desde su latente presencia ilumina la identidad de los pueblos, aún
el riesgo es más grande, ya que al no estar permanentemente a la vista o
expuesta a los sentidos, va diluyéndose, hasta llegar al completo olvido y
aunque es responsabilidad de todos mantenerlo vigente, pareciera que es menos
doloroso, ver por ejemplo, el olvido a la poesía, las canciones y otras
expresiones del pensamiento sucumbir a la “vida moderna”, que nos arrastra a no
sentir lo nuestro.
Es una tarea titánica lograr que
sobrevivan las imágenes de nuestros próceres, de nuestros artistas y de nuestro
patrimonio edificado. Sin embargo, teniendo en mente la frase llena de
esperanza y fe en la humanidad de Martin Luther King, que reza “si supiera que
mañana se acaba el planeta, hoy plantaría un árbol”, debemos seguir dando
nuestros mejores esfuerzos abonando la posibilidad de mantener y preservar el
patrimonio de Cabudare.
Sensibilizar y hacer reflexionar a la
población al respecto, hacer que las ordenanzas sean más eficientes y que los
controles por parte de las autoridades hagan posible aumentar el respeto por el
patrimonio, sea del tipo que sea, es deber que constantemente desde nuestra
oficina de cronista hacemos. A veces con respuestas oportunas, otras no tanto,
pero como Luther King no pierdo la fe ni la esperanza en alcanzar mejores
estados de conciencia y respeto, por aquello que produce identidad y orgullo.
La presión permanente a la que viven
sometidos inmuebles con valor patrimonial y las escasas posibilidades que
tienen muchas familias de mantenerlos en buen estado, siempre coloca en las
mentes de sus propietarios y habitantes, la posibilidad de venderlos y casi
siempre los compradores (árabes, chinos, etc.) no están pensando en mantenerlos
como fueron construidos, sino, convertirlos en centros comerciales, galpones y
negocios. Total, para ellos no significan nada, ni en lo patrimonial, ni en lo
espiritual. Algunos al comprarlos utilizan el viejo truco de dejar que se caiga
o “ayudarlo” a ello, pues saben las restricciones que existen con estas
edificaciones y prefieren pagar las risibles multas de la Ley de Patrimonio y
luego hacer lo que se les antoje allí. Ha pasado mucho y me imagino que hasta
un librito, escrito por algún inescrupuloso gestor está a la mano, para
violentar las leyes y ordenanzas de resguardo y protección del patrimonio.
Caminando y pensando, reflexionando y
accionando. Hablando y buscando aliados, sensibilizando y apostando al cambio
de conductas. Como un Quijote seguimos en eso.
Casa de los López Barreto, desaparecida
Don Julio Alvarez Casamayor, valladar de nuestra historia
Los panes de Juan Tista, desaparecidos
"Mi Cabudare viejo", como decía Pedro Escalona
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