CABUDARE, BUCOS Y MAMEYES
Delicias de Mayo
Américo
Cortez
Cronista de Cabudare
Al llegar mayo,
en Cabudare se experimentaban cambios en la naturaleza propia de los pueblos
agrícolas. Se podía sentir la suave brisa que anunciaba los inviernos. El rumor
del agua de los bucos y quebradas era música que acompañaba sonrisas de quien
se sentía agradecido por la llegada de tiempos mejores. Los trabajadores de las
siembras que circundaban al viejo Cabudare sabían de antemano que mayo sería un
mes de alegría y por muchas razones: El día del trabajador, con sus promesas y
obligaciones, la veneración a la bendita cruz de mayo, el florear de los
árboles, las cosechas de algunas frutas como el mango, el jobo, el mamón, el
mamey, el tamarindo, los caimitos y otras delicias que se convertían en botín
de quienes nos arriesgábamos a brincar las cercas de alambre de púas para
acceder a la miel de las mismas.
En torno a la
iglesia comenzaba el mes de las Hijas de María, de las flores y se realizaban
como me cuenta don Julio Álvarez Casamayor “una procesión cada día”. Al
arrancar en mayo las lluvias, traían el compromiso de prepararse para cosechas
prontas. Los parroquianos lucían en la Plaza Bolívar sus mejores galas. Muchos
dueños de haciendas afloraban sus bondades ante el culto católico y prodigaban
elementos necesarios para el lucimiento de los oficios religiosos y las peñas
culturales, que en casa de cualquier distinguido vecino se realizaban, con la
participación de los niños y niñas de las escuelas, preparados por esos
maestros entrañables y cercanos a la vida del pueblo, que ocupaban tiempo fuera
de la escuela para hacerlo, demostrando una mística y querencia por Cabudare,
hoy caduca. En esas veladas culturales se recitaba, se cantaba y se bailaba.
Niños y niñas parcos y discretos exhibían el compromiso de su escuela y eran
premiados con lo más sublime posible; el aplauso y felicitación de los
asistentes.
El gobierno
municipal de esos tiempos se esforzaba por mantener los espacios públicos, como
la Plaza Bolívar en el mejor estado posible. Se revisaban las luminarias de las
calles y se realizaban bautizos y confirmaciones con asistencia de altos
prelados de aquella humilde iglesia católica, más cerca de la gente.
Los paseos a los
pozos de Tabure, al dique de la quebrada La Mata (antigua quebrada Cabudare) eran
estratégicos para aquellos, que enamorados, tenían oportunidad de hablarse y
confesarse ese amor guardado. Las miradas delatantes se convertían en
invitaciones al cariño y al amor.
Las fiestas de
los trabajadores en las haciendas, reflejaban un estado de animosidad, cargado
de alegría y humildad. Se agradecía el 1º. de Mayo con actos especiales y
discursos en la Plaza Bolívar, el 3 de mayo día de la Cruz, con velorio y
fiesta en dos tiempos, el primero en solemnidad ante la cruz con los cantos y
rezos y luego con la celebración y comida que se ofrecía a los presentes.
Regularmente en las haciendas: sancocho y algún ovejo o vaca, sacrificada para
la ocasión. Al día siguiente, descanso, para que los trabajadores se
recuperaran de los vapores del cocuy y la fiesta.
El coro de la
iglesia debía lucirse en mayo con un repertorio especial e igualmente los
músicos de la parroquia y los de las procesiones se ponían a tono con las
delicias que ofrecía mayo.
Era el renacer
de la fe, de la vida, en un mes que luego de la semana santa ratificaba
compromisos con las tres virtudes cristianas: Fe, esperanza y caridad.
Eran tiempos en
donde el gobierno municipal, la iglesia, los comerciantes, los hacendados, los
trabajadores, las escuelas y los vecinos unían esfuerzos por el bien común.
Todos en un mismo propósito, hacer de la vida en el pueblo espacio de
encuentro, alegría y fe.
Cuando oigo de
los más viejos los cuentos y anécdotas de esa época, no tan lejana, no dejo de
pensar ¿en dónde quedó ese Cabudare?, ¿Quién lo oscureció?, ¿Quién logró que la
humanidad de su gente se ocultara?.
Ojalá tuviera
respuestas o por menos pistas certeras, para buscar en la oscuridad a ese pueblo
bello, lleno de las virtudes que anhelo.
@proyectosarao
Iglesia San Juan Bautista de Cabudare
Los pozos de Tabure, toda una gloria
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