CABUDARE, BUCOS Y MAMEYES
El
hombre que se buscaba a si mismo
Américo Cortez
Cronista de Cabudare
Hace
casi dos décadas colocamos el siguiente escrito de Don Héctor Rojas Meza en el
periódico cultural “El Kabudari” llamado “El hombre que se buscaba a si mismo”
donde demuestra el poeta su capacidad en la ciencia ficción. A pesar de ser un escrito
de los años 40 del siglo XX, tiene vigencia en los tiempos actuales.
Agradecemos a don Julio Álvarez el cedernos dicho escrito que reposa en sus
archivos. Disfrútenlo.
El HOMBRE QUE SE BUSCABA A SI
MISMO
“Yo no soy quien soy”. Este era
el principio falso de donde arrancaba toda la lógica extravagante del monomaniaco
Mario Pinto. Seguramente, suponía, yo fui sustituido en la cuna por otro que no
soy yo. ¿Cómo puede ser posible que yo, como desciendo, de una estirpe ilustre,
me sienta con un alma de canalla y con un cerebro de estólido? ¿Por qué ese
odio innato a toda ajena virtud y a toda ajena perfección?. Sé que debo ser
generoso y no puedo serlo, sé que debo ser humilde y tampoco lo consigo. Mi
inteligencia debiera tener vuelos muy altos y sin embargo no puedo copiar ni
las mediocridades. Alguien estará luciendo en alguna parte del mundo todos los
atributos que debieran adornarme. No hay duda, y ¿Dónde podré yo encontrarme
con ese alguien para obligarlo a que me restituya mi personalidad,
convenciéndolo de que él no es él sino yo porque yo soy él?. Tal vez mis
condiciones no le cuadren como me cuadran a mí sus condiciones. La naturaleza
es muy sabia y por eso da a cada quien lo que le corresponde... Decidido a
viajar se puso en marcha buscándose a sí mismo y vagaba y vagaba por diferentes
pueblos y ciudades porque él no era él. Un día sin darse cuenta a donde iba
llegó a la capital; allí tuvo ocasión de explicar el objetivo de sus andanzas a
varias personas con quienes se puso en relación para la solicitud de sus datos.
Una de ellas le indico al doctor Alíen que era un hombre moreno de piel,
desgarbado de porte y tosco de facciones. Le dio la dirección y una tarjeta,
cerrada, de recomendación. El doctor después de haber leído la tarjeta que le
presentara su recomendado, le tendió la mano afectuosamente, le ofreció su
amistad y le dijo que una simpatía instintiva se le había despertado al verlo,
pues le parecía que una extraña relación le ligaba hacia él. Mario se quedó
viéndolo fijamente. Midió la superioridad moral e intelectual que se ocultaba
en aquel cuerpo inadecuado y exclamó: ¡Eureka!. Pero luego, tratando de
contener su entusiasmo y queriendo indagar mejor, le preguntó: “Bueno, y ¿cree
usted doctor, que pueda existir alguna relación misteriosa entre nosotros? –
Oiga usted Pinto, repuso el doctor: “Mis padres eran blancos, y digo mis
padres, porque así me enseñaron ellos a llamarles, pero aunque llevo sus apellidos
y fui su heredero universal, en esto hay un misterio: parece que yo fuera un adoptado,
un substituido o algo así que ellos comentaban en voz baja cuando yo no era más
que un pequeño y que no pude comprender jamás”. A medida que el doctor se
expresaba, Mario Pinto se iba iluminando: sus ojos se ampliaban, sus labios se
abrían en una sonrisa involuntaria y su cuerpo todo temblaba de emoción; y sin
poderse contener ya más repitió entusiasmado: ¡”Eureka”! Todo está sacado en
claro: Usted no es usted, usted soy yo. De manera, pues, que debemos
devolvernos mutuamente nuestra personalidad. ¿No le parece? – Bueno, pero;
¿Cómo habrá de efectuarse eso? Preguntó el doctor. ¿Por qué no soy el doctor? Y
siendo el doctor yo; por qué no es él yo?... ¡Ah! Porque nos cambiaron... Ajá,
ya está doctor: usted se va para mi casa y yo me quedo en la suya y está hecho
todo. –Muy bien, aceptó el doctor: venga para posesionarlo de la habitación que
estaba ocupando mientras he sido usted y para que tome posesión de todo lo que le
corresponde por ser usted yo... y el doctor recluyo a Mario Pinto en una celda
del sanatorio que dirigía... El doctor Alíen era un célebre alienista que, si
no le devolvió a Mario Pinto la personalidad que éste buscaba, en cambio devolvíole
después de poco tiempo, la cordura perdida.
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Héctor Ferdinando Rojas Meza |
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Don Lisandro Rojas padre del poeta |
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Héctor Rojas Meza en la Plaza Bolívar de Cabudare |
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Grupo Scout de Cabudare que fundó Héctor Rojas Meza |
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Héctor Rojas Meza pintado por Hugo Camacaro |
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