martes, 8 de noviembre de 2016

EL HOMBRE QUE SE BUSCABA A SI MISMO

CABUDARE, BUCOS Y MAMEYES

El hombre que se buscaba a si mismo

Américo Cortez
Cronista de Cabudare

Hace casi dos décadas colocamos el siguiente escrito de Don Héctor Rojas Meza en el periódico cultural “El Kabudari” llamado “El hombre que se buscaba a si mismo” donde demuestra el poeta su capacidad en la ciencia ficción. A pesar de ser un escrito de los años 40 del siglo XX, tiene vigencia en los tiempos actuales. Agradecemos a don Julio Álvarez el cedernos dicho escrito que reposa en sus archivos. Disfrútenlo.

El HOMBRE QUE SE BUSCABA A SI MISMO


“Yo no soy quien soy”. Este era el principio falso de donde arrancaba toda la lógica extravagante del monomaniaco Mario Pinto. Seguramente, suponía, yo fui sustituido en la cuna por otro que no soy yo. ¿Cómo puede ser posible que yo, como desciendo, de una estirpe ilustre, me sienta con un alma de canalla y con un cerebro de estólido? ¿Por qué ese odio innato a toda ajena virtud y a toda ajena perfección?. Sé que debo ser generoso y no puedo serlo, sé que debo ser humilde y tampoco lo consigo. Mi inteligencia debiera tener vuelos muy altos y sin embargo no puedo copiar ni las mediocridades. Alguien estará luciendo en alguna parte del mundo todos los atributos que debieran adornarme. No hay duda, y ¿Dónde podré yo encontrarme con ese alguien para obligarlo a que me restituya mi personalidad, convenciéndolo de que él no es él sino yo porque yo soy él?. Tal vez mis condiciones no le cuadren como me cuadran a mí sus condiciones. La naturaleza es muy sabia y por eso da a cada quien lo que le corresponde... Decidido a viajar se puso en marcha buscándose a sí mismo y vagaba y vagaba por diferentes pueblos y ciudades porque él no era él. Un día sin darse cuenta a donde iba llegó a la capital; allí tuvo ocasión de explicar el objetivo de sus andanzas a varias personas con quienes se puso en relación para la solicitud de sus datos. Una de ellas le indico al doctor Alíen que era un hombre moreno de piel, desgarbado de porte y tosco de facciones. Le dio la dirección y una tarjeta, cerrada, de recomendación. El doctor después de haber leído la tarjeta que le presentara su recomendado, le tendió la mano afectuosamente, le ofreció su amistad y le dijo que una simpatía instintiva se le había despertado al verlo, pues le parecía que una extraña relación le ligaba hacia él. Mario se quedó viéndolo fijamente. Midió la superioridad moral e intelectual que se ocultaba en aquel cuerpo inadecuado y exclamó: ¡Eureka!. Pero luego, tratando de contener su entusiasmo y queriendo indagar mejor, le preguntó: “Bueno, y ¿cree usted doctor, que pueda existir alguna relación misteriosa entre nosotros? – Oiga usted Pinto, repuso el doctor: “Mis padres eran blancos, y digo mis padres, porque así me enseñaron ellos a llamarles, pero aunque llevo sus apellidos y fui su heredero universal, en esto hay un misterio: parece que yo fuera un adoptado, un substituido o algo así que ellos comentaban en voz baja cuando yo no era más que un pequeño y que no pude comprender jamás”. A medida que el doctor se expresaba, Mario Pinto se iba iluminando: sus ojos se ampliaban, sus labios se abrían en una sonrisa involuntaria y su cuerpo todo temblaba de emoción; y sin poderse contener ya más repitió entusiasmado: ¡”Eureka”! Todo está sacado en claro: Usted no es usted, usted soy yo. De manera, pues, que debemos devolvernos mutuamente nuestra personalidad. ¿No le parece? – Bueno, pero; ¿Cómo habrá de efectuarse eso? Preguntó el doctor. ¿Por qué no soy el doctor? Y siendo el doctor yo; por qué no es él yo?... ¡Ah! Porque nos cambiaron... Ajá, ya está doctor: usted se va para mi casa y yo me quedo en la suya y está hecho todo. –Muy bien, aceptó el doctor: venga para posesionarlo de la habitación que estaba ocupando mientras he sido usted y para que tome posesión de todo lo que le corresponde por ser usted yo... y el doctor recluyo a Mario Pinto en una celda del sanatorio que dirigía... El doctor Alíen era un célebre alienista que, si no le devolvió a Mario Pinto la personalidad que éste buscaba, en cambio devolvíole después de poco tiempo, la cordura perdida.


Héctor Ferdinando Rojas Meza


Don Lisandro Rojas padre del poeta


Héctor Rojas Meza en la Plaza Bolívar de Cabudare


Grupo Scout de Cabudare que fundó Héctor Rojas Meza


 Héctor Rojas Meza pintado por Hugo Camacaro

Share:

0 Comentarios :

Publicar un comentario